¿De qué agentes externos nos protege la piel?

La piel es el órgano más extenso del cuerpo humano, el cual es el encargado de protegerlo frente a cualquier agente externo, con la intención de minimizar cualquier impacto que pudiese deteriorar sus defensas natrales. De tal forma que la piel nos protege de posible lesiones e infecciones.
 

La piel se compone de tres capas principales: la epidermis, la dermis y el tejido subcutáneo, siendo cada una de estas capas sumamente importantes para que la piel cumpla su función protectora.
 

La piel es reconocida por ser la primera línea de defensa al encargarse de:
 

Mantener el equilibrio de fluidos en el cuerpo y previniendo la pérdida de humedad, cuando es necesario.
 

Regular la temperatura corporal, encargándose de aislar el cuerpo, conserva el calor en tiempo frío y transpira para refrescar el cuerpo cuando se calienta.
 

Percibir la presión y el dolor, encargándose de absorber los golpes y de alertar cualquier peligro.
 

Proteger todo el cuerpo frente a los agentes agresores externos.

Sin embargo a pesar de su importancia no siempre cuenta con el debido cuidado. La piel puede tomar un aspecto seco, irritable y sensible una vez que su barrera protectora se encuentra comprometida. Cualquier daño que sufra la piel, inmediatamente se ve reflejado en el aspecto de la misma, modificando así el tono, la rigidez, la luminosidad, la textura e inclusive hasta su aroma. Lo cual en ocasiones puede convertirse en un problema estético que requiere de un tratamiento que permita devolver el estado natural a ciertas zonas del cuerpo.

¿De qué agentes externos nos protege la piel?
 

Muchos son los factores externos de los cuales nos protege la piel, los principales son:
 

Cambios en la temperatura y humedad: la piel permite regular la temperatura corporal, controlar la pérdida de humedad y mantener en equilibrio los fluidos.
 

Enfermedades: la piel actúa para neutralizar agentes externos agresivos como por ejemplo las bacterias, virus y la contaminación, impidiendo entrar en el cuerpo.
 

Rayos UV: la exposición excesiva a estos rayos genera radicales libres, las cuales son moléculas agresivas que pueden causar daños en la piel.
 

Presión, golpes y rozaduras: la piel reconoce el dolor, con la intención de avisar cualquier peligro. Actuando como una barrera amortiguadora de golpes.
 

Sustancias químicas: la piel es nuestra primera línea de defensa frente a las sustancias agresivas que se pueden encontrar en cualquier lugar, especialmente donde se hace uso de productos de limpieza fuertes. En este caso lo ideal es utilizar guantes y manipular estos productos con cuidado para que no cause un daño a corto o largo plazo.
 

Algunos hábitos que pueden perjudicar la piel son:
 

Un lavado excesivo con agua caliente también puede provocar la desecación de la piel, dañar su barrera de permeabilidad y desencadenar otros problemas.
 

Malos hábitos alimenticios, hacer poco o ningún ejercicio, el estrés, la falta de sueño, fumar, la deshidratación y determinados medicamentos, son muchos otros factores que tienen influencia sobre la piel y afectan negativamente a su capacidad para actuar como barrera de protección.
 

Además no se puede dejar a un lado el hecho de que la piel también se ve afectada por diversos factores internos tales como: la genética, el envejecimiento, las hormonas y determinados problemas de salud como por ejemplo la diabetes.
 

Por otra parte la capa más externa de la piel, la epidermis, es la encargada de formar una barrera protectora contra las influencias medioambientales. La capa externa de la epidermis, el stratum corneum o estrato córneo, está formada por células muertas rellenas de lípidos epidérmicos y está cubierta por una película hidrolipídica que incluye el manto ácido.
 

El estrato córneo se compone por:
 

► Lípidos epidérmicos, los responsables de fijar la humedad y crear una barrera a la permeabilidad de la piel, ayudando así a prevenir la penetración de bacterias y de virus a través de la superficie cutánea.
 

► La película hidrolipídica, una emulsión de agua y lípidos (grasas) que se encarga de cubrir la superficie de la piel. Actuando como barrera complementaria frente a las toxinas.
 

► El manto ácido es la parte acuosa de la película hidrolipídica. Da a la piel su pH ligeramente ácido, convirtiéndose en el entorno perfecto para que prosperen los microorganismos amigos de la piel, flora dérmica, y para que los microorganismos perjudiciales sean destruidos.
 

Cuando la piel está expuesta repetidamente a ciertos estímulos externos, la capa córnea se engrosa para defender el organismo. Esto es algo que por ejemplo se puede observar en la formación de callos en las manos o pies al momento de estar sometidos a una continua fricción. En el caso de que un agente irritante o infeccioso traspase la primera línea de defensa, el sistema inmune de la piel reacciona para repararla.
 

En este caso las otras capas de la piel que son la dermis e hipodermis, no se quedan atrás, ya que además de contribuir como capas protectoras, también son las responsables de la producción de vitamina D. Protegiendo el cuerpo de la osteoporosis, gracias a que promueve la retención y absorción de calcio y fósforo.