Sesión de fangoterapia
El barro más común es la arcilla que, a su vez, se puede encontrar en diferentes variedades con distintas cargas minerales y, por lo tanto, diversas aplicaciones médico-estéticas.
Imagen: diferentes colores de la arcilla usada en estética.
La arcilla se extrae de capas profundas de la tierra y se somete a un proceso de filtrado y secado, que sirve para matar ciertos organismos microscópicos que pueden ser perjudiciales para el ser humano. Debido a que comercialmente se distribuye seca, es necesario hidratarla con abundante agua mineral antes de aplicarla en la zona a tratar; esto permite, además, que se pueden añadir aceites esenciales, plantas medicinales, o aguas minerales específicas, durante su preparación.
Los fangos se conservan con toda la humedad y riqueza de esas tierras y aguas. Aunque lo más común es aplicarse dichos fangos en origen, hoy en día la industria cosmética se ha encargado de distribuirlos mundialmente, lo que permite disfrutar de sus beneficios en los centros de estética, o en nuestra propia casa. Eso sí, hay que leer bien el etiquetado y asegurarse de que se trata de un productos de calidad, ya que es muy frecuente encontrar mezclas que, aunque efectivas, contienen menos carga mineral que el original.
Imagen: presentación del fango.
Los fangos marinos son ricos en sales minerales y algas microscópicas, por eso son ideales como drenantes, para activar la circulación sanguínea y atacar la celulitis. Por su parte, los fangos procedentes de ríos y pantanos tienen más carga en azufre y ciertos ácidos, por lo que suelen ser aconsejados para tratar lesiones musculares por su efecto sedante. Por último, los fangos extraídos en zonas volcánicas son muy ricos en oligoelementos, que hace que sean los más indicados para tratamientos estéticos, remineralizantes o regeneradores.
Aportes y preguntas
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