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Dermatología II

Por Karen Zarate

Rosácea

Bienvenidos a esta clase sobre la rosácea, una enfermedad inflamatoria crónica que afecta principalmente la piel de la cara. Como futuros profesionales en cosmetología integral, es fundamental conocer en profundidad esta patología para poder identificar sus manifestaciones, comprender sus causas y manejar adecuadamente los cuidados que requieren los pacientes afectados. La rosácea impacta en la calidad de vida por sus signos visibles y las molestias asociadas, por lo que el conocimiento científico y clínico es clave para un abordaje responsable y efectivo.

Definición de la rosácea

La rosácea es una enfermedad inflamatoria crónica benigna, de causa desconocida, que afecta preferentemente a la región centrofacial. Se caracteriza por una disregulación térmica facial y una alteración en la inmunidad innata y adquirida. Esto genera un rubor facial espontáneo o provocado por estímulos, así como la aparición de lesiones inflamatorias denominadas pápulas y pústulas. En casos más graves, sobre todo en hombres, pueden desarrollarse protuberancias llamadas fimas, debido a la hiperplasia de glándulas sebáceas y fibrosis. La afectación ocular también es frecuente e involucra estructuras palpebrales e internas.

La incidencia es similar entre hombres y mujeres, con mayor frecuencia en mujeres, aunque los hombres pueden presentar formas más severas. El debut suele ser entre los treinta y cincuenta años, aunque puede presentarse a cualquier edad, incluso en la infancia. Predomina en la raza caucásica, con una prevalencia aproximada del cinco por ciento en adultos europeos.

Etiología y factores predisponentes

La causa exacta de la rosácea es desconocida. Se considera que la patogenia incluye principalmente una disregulación neurovascular y una alteración de la inmunidad innata. Los factores involucrados son:

  • Genéticos: la enfermedad tiene un componente familiar significativo.

  • Mecanismos vasoactivos: alteraciones en la regulación vascular facial.

  • Disfunción inmunitaria: alteraciones en la inmunidad innata y adquirida que aumentan mediadores proinflamatorios como las catecilinas.

  • Alteración de la barrera cutánea: pérdida aumentada de agua transepidérmica que genera inflamación, sequedad, prurito y escozor.

  • Microorganismos: mayor densidad del ácaro Demodex folliculorum y presencia de Bacillus oleronius en la piel afectada.

Aunque la radiación ultravioleta no causa directamente la rosácea, el calor derivado de la exposición solar puede inducir brotes. Otros factores desencadenantes incluyen cambios térmicos bruscos (calor, frío, viento), ejercicio intenso, baños calientes, saunas, contacto con irritantes químicos, estrés, consumo de alimentos y bebidas calientes o picantes, alimentos ricos en histamina, alcohol, ciertos medicamentos (vasodilatadores, corticoides tópicos), y radiación ultravioleta ocupacional.

Clínica

La rosácea presenta cuatro subtipos principales, que pueden coexistir:

  1. Rosácea eritematotelangiectásica: rubor facial persistente o transitorio con telangiectasias, localizado en la zona centrofacial. Es la forma más incapacitante y difícil de controlar.

  2. Rosácea pápulopustulosa: aparición de pápulas y pústulas inflamatorias, que pueden confundirse con acné pero sin presencia de comedones.

  3. Rosácea fimatosa: engrosamiento cutáneo progresivo debido a hiperplasia sebácea y fibrosis, especialmente rinofima en la nariz, más frecuente en hombres.

  4. Rosácea ocular: afecta los ojos y párpados con síntomas irritativos y alteraciones inflamatorias, frecuente en un porcentaje elevado de casos.

Diagnóstico diferencial

Es importante distinguir la rosácea de otras enfermedades cutáneas con manifestaciones similares, tales como acné (presencia de comedones), foliculitis (pústulas alrededor de un folículo), dermatitis perioral (localización periorificial), dermatitis seborreica y atópica (sin pústulas), enfermedades fotosensibles, enfermedades autoinmunes, y queratosis pilaris. La coexistencia de rosácea con otras dermatosis es frecuente y requiere un diagnóstico y tratamiento precisos.

Conclusión

La rosácea es una enfermedad crónica con manifestaciones clínicas variables y un impacto notable en la calidad de vida. Su manejo requiere un diagnóstico clínico adecuado y un tratamiento personalizado, que debe contemplar evitar factores desencadenantes y mantener un cuidado cutáneo específico. Los profesionales de cosmetología integral deben estar preparados para reconocer esta patología y orientar a los pacientes hacia el tratamiento dermatológico oportuno, evitando intervenciones que puedan agravar la condición.

 

Referencia bibliográfica e imágenes

Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV). Guía para pacientes con rosácea. Fundación Piel Sana. AEDV; 2023. Contiene imágenes originales utilizadas  para fines educativos.

Aportes y preguntas

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